KOA: OFRENDA A LA PACHAMAMA

MAST'AKU:OFRENDA A LAS ALMAS

APTHAPI:MOMENTO DE COMPARTIR

VIDEOS RITOS ANDINOS

viernes, 18 de diciembre de 2015

Posted by MARCO CARBALLO On 20:28
Posted by MARCO CARBALLO On 16:02

domingo, 29 de noviembre de 2015

Posted by MARCO CARBALLO On 14:52

martes, 24 de noviembre de 2015

Posted by MARCO CARBALLO On 22:50


Damos la bienvenida a los lectores de este blog, que promueve contenidos de espiritualidad andina que pueda servir en el área de valores,espiritualidad y religiones  como iniciativa educativa que sirva a los estudiantes de la unidades educativas del país. 

El blog contiene vídeos, imágenes y  enlaces que puedan ayudar al conocimiento de la espiritualidad andina.


Nos agradaria mucho sus opiniones para seguir mejorando la calidad del mismo.
Posted by MARCO CARBALLO On 22:31


Posted by MARCO CARBALLO On 20:22
La costumbre de compartir alimentos entre los miembros de una comunidad, amigos o familiares se conoce entre los aymaras como apthapi y es una herencia de los pueblos nativos del occidente boliviano.
El Apthapi es una de las prácticas comunitarias realizadas por las mujeres aymaras que viven en áreas rurales. Esta práctica consiste en que las mujeres cocinan diferentes tipos de comida para compartir todos y todas en un encuentro o reunión de la comunidad, en las fiestas matrimoniales, en los bautizos de los niños y niñas, en las techadas de las casas, en los funerales, en las fiestas patronales y hasta en las movilizaciones sociales.
Cada mujer coloca en el suelo su aguayo o una prenda larga que se llama bayeta de la tierra, sobre las cuales ponen la comida que han preparado para que todos sentados alrededor se sirvan y saboreen dicha comida. Antes de este ritual siempre se agradece a la Pachamama – Madre tierra, a los Apus y Samiris –espíritus protectores– por los frutos recibidos.
En muchos casos esta práctica se convierte en un banquete comunitario ya que normalmente se come bien e incluso sobra comida, y hasta alcanza para llevar a la casa, debido a que generalmente todos aportan con algo. El Apthapi es un encuentro donde se comparte el pan, donde se comparten las alegrías y las tristezas, es un espacio para poner en común la vida de las familias, de los cultivos, los problemas y las esperanzas. Se dice que hasta los enfermos que no quieren alimentarse en sus casas, saborean de esta comida porque tiene sabor y olor muy especiales.
Entonces, desde esta imagen comunitaria queremos aportar con un tipo de reflexión o apthapi teológico, con la esperanza de que podamos apreciar, saborear juntos – juntas, si es posible hasta saciarnos. Con este esfuerzo, de alguna forma, pretendemos afrontar a la teología tradicional que se considera dueña y señora de la verdad absoluta. Desde nuestro ser femenino, la imagen del ser divino o divina está en todos y en todas partes, por lo que
ya no podemos estar dispuestas a aceptar los absolutismos, sino aceptar y respetar las diferentes expresiones y vivencias teológicas.
Esta palabra proviene del vocablo apthapiña, que significa “recoger de la cosecha”.

UNE A LA FAMILIA. El apthapi tiene el objetivo de compartir, unir a la familia y también permite a las comunidades reconciliarse con aquellas que se encuentran distanciadas por discusiones o problemas.

En el campo, los comunarios entregan parte de sus cosechas y de su producción ganadera, entre los alimentos es posible degustar jawas phusphu (habas cocidas); kanka (carne asada), chuño phuthi, chuño cocido; qhatit ch’uqi (especie de papa) ; o jallpa wayk’a (ají amarillo molido con trozos de las colas verdes de la cebolla).

En la merienda no faltan mut’i o mote desgranado; millk’itika thixi, queso frito criollo; puquta phuthi, plátano cocido y k’awna, huevo duro o frito.

COSTUMBRES Y RITUALES

Los comestibles son expuestos en hijilla, un aguayo tendido en el piso que sirve para presentar ante todos la comida recolectada.

“Sobre unos aguayos tendidos al piso, comunarios del altiplano boliviano colocan papa, choclo, pescado, charque y queso —cada uno lo que puede, lo que produce— y todos comparten a partes iguales. A esta costumbre se designa con la palabra aymara apthapi”. El apthapi es un ritual milenario andino cuya práctica, más allá de desaparecer, sigue vigente y fue sobredimensionado por su carácter recíproco.

Martín Céspedes dice que “el apthapi es la palabra que mejor define el espíritu de Bolivia, comparten la riqueza de los más antiguos mitos y leyendas, así como las historias urbanas y contemporáneas que cada día se van tejiendo”.
El Apthapi es una de las prácticas comunitarias realizadas por las mujeres aymaras que viven en áreas rurales. Esta práctica consiste en que las mujeres cocinan diferentes tipos de comida para compartir todos y todas en un encuentro o reunión de la comunidad, en las fiestas matrimoniales, en los bautizos de los niños y niñas, en las techadas de las casas, en los funerales, en las fiestas patronales y hasta en las movilizaciones sociales.
Cada mujer coloca en el suelo su aguayo o una prenda larga que se llama bayeta de la tierra, sobre las cuales ponen la comida que han preparado para que todos sentados alrededor se sirvan y saboreen dicha comida. Antes de este ritual siempre se agradece a la Pachamama – Madre tierra, a los Apus y Samiris –espíritus protectores– por los frutos recibidos.

En muchos casos esta práctica se convierte en un banquete comunitario ya que normalmente se come bien e incluso sobra comida, y hasta alcanza para llevar a la casa, debido a que generalmente todos aportan con algo.
El Apthapi es un encuentro donde se comparte el pan, donde se comparten las alegrías y las tristezas, es un espacio para poner en común la vida de las familias, de los cultivos, los problemas y las esperanzas. Se dice que hasta los enfermos que no quieren alimentarse en sus casas, saborean de esta comida porque tiene sabor y olor muy especiales.
Entonces, desde esta imagen comunitaria queremos aportar con un tipo de reflexión o apthapi teológico, con la esperanza de que podamos apreciar, saborear juntos – juntas, si es posible hasta saciarnos.

FUENTE BIBLIOGRAFICA
·        QUISPE Carlos, Tradiciones bolivianas, Ed. Quipus, Cochabamba, 2008, pp 105
               VIRTUAL




Posted by MARCO CARBALLO On 20:19
La tradición de recordar a los muertos se ha transformado de generación en generación con la incorporación de nuevos elementos; sin embargo, la esencia de presentar una ofrenda por el alma del difunto no ha variado a pesar de que cada vez se imponen más limitaciones para armar este ritual en los cementerios. El sentido de la mesa o mast’aku que se elabora en memoria del difunto representa un rito sagrado y espiritual a través del cual se establece una comunicación entre el mundo de las almas y el terrenal.
La mesa es una “ofrenda de amor y cariño para el alma que se fue”. Por tanto, resaltó que su armado y elaboración requiere conocimiento, dedicación y tiempo.
El mast’aku debe reflejar tres niveles. El primero, Janaq Pacha o mundo de arriba; el segundo, Kay Pacha o mundo terrenal y el tercero Ukhu Pacha o mundo de las profundidades. Cada dimensión cuenta con una distribución espacial y elementos simbólicos cargados de sincretismo.
El primer nivel representa el cielo, donde se hallan el sol y la luna, que permiten la vida en la tierra. Está es acompañada de la t’antawawa que representa la semblanza del difunto, junto a los ángeles y la cruz.
En el segundo considerado la tierra, se sitúa la escalera, para que el alma descienda y asciendan del mundo de los muertos y los vivos. Además, de los platillos favoritos del difunto, urpus, pastillas, cigarro, frutas, coca, juguetes, suspiros, bebidas, masitas y canastas de dulce.
Entretanto, en el tercer nivel o inframundo se encuentran los lagartos y serpientes que acompañan a los difuntos al submundo. El ritual del mast’aku inicia con la elaboración de los urpus y t’antawawas por los familiares. “Hay que prepararse dos meses antes (…) La familia está en constante movimiento con entusiasmo y alegría porque saben que el difunto vendrá en forma real y compartirán con él (…). Ése es el mundo del masaco. La masa y los urpus tiene que ser realizados por la familia”.
 Diferencias
El antropólogo José Antonio Rocha informó que existen variaciones locales para esperar al difunto. En el mundo amazónico, los dolientes no preparan mast’akus; sin embargo, el 1 de noviembre asisten al cementerio donde encienden velas para acompañar al alma. “Ellos conversan, disfrutan y hablan sobre las buenas cosas que hizo el difunto junto a una vela, la cual significa que el difunto está ahí con ellos”, aseveró.
Entretanto, el mundo andino arma mast’akus. La mesa quechua introduce elementos modernos como helicópteros o bebidas como el whisky. En contraposición, los aimaras mantienen los tres niveles de la mesa y mantienen las bebidas y comidas tradicionales. “Probablemente entre los quechuas se ha perdido la mesa con tres niveles, que en las mesas aimaras son claros y con los elementos de este mundo”.
El mast’aku en la región aimara introduce elementos como la caña de azúcar, cebollas y pasankallas. Las primeras dos representan un recipiente de agua para saciar la sed del difunto cuando marcha al más allá. En el mundo quechua los dolientes colocan un vaso de agua.
 Inmortalidad
Camacho explicó que el armado de la mesa desde la cosmovisión andina parte de la idea de que el alma es inmortal. Ello debido a que la vida es cíclica y existe el “eterno retorno”. De ahí que el mast’aku es un nexo de comunicación entre la vida y la muerte.
Añadió que las almas también se convierten en achachilas o protectores. Estos adoptan formas naturales.

Origen
El antropólogo y docente de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS), Amilcar Zambrana, expresó que el ritual para conmemorar la muerte en el mundo andino, comenzó antes de la Colonia con los pueblos Huancaranis y Urus que habitaban el altiplano.
En los “rituales de la muerte” estos desenterraban a sus difuntos y los lavaban. Posteriormente, tendían una mesa con la comida y bebida de su preferencia para honrarlos. La misma fue sustentada por la concepción andina de la muerte, entendida como “volver al nacimiento”, dentro del Pachacuti que maneja la idea de que el tiempo y espacio regresan.
El ritual está “íntimamente” vinculado al calendario agrícola, debido a que entre octubre y noviembre comienza el periodo de lluvias y con ésta la regeneración de la vida y la fertilidad. Este momento es clave para pedir a los ajayus lluvia.

CELEBRACIÓN
 Dos fiestas en noviembre
La fiesta de Todos Santos y el Día de los Difuntos son dos festividades que conmemoran a los muertos pero con orígenes distintos.
En el primer caso, la Iglesia Católica estableció el primer día de noviembre como la fiesta de Todos los Santos. Surgió durante la iglesia primitiva para recordar a todos los mártires que fueron perseguidos. Tras ello, el papa Gregorio III instituyó el 1 de noviembre como Día de Todos los Santos y su seguidor el Papa Gregorio IV la instituyó para toda la iglesia por el siglo IX.
Entretanto, la segunda o Día de los Difuntos es una festividad pagana absorbida por la religión católica que tiene por fin recordar a los muertos en base a un elemento indispensable: los rezos. El objetivo es que el alma alcance la santidad.
 Despedida del alma
La despedida de las almas comienza a las 12:00 del 2 de noviembre. Previo a ello, los familiares realizan el desarmado del mast’aku en medio de rezos, cánticos e incluso llanto. Continúa con la teatralización de la despedida del difunto también conocida como Kacharpaya. Para ello una persona, que representa al difunto, se cubre con un manto y es perseguido a chicotazos para que retorne a su morada. En la zona sur de Cochabamba, algunos dolientes persiguen al difunto hasta el cementerio o a los ríos donde expresan sus deseos de un feliz retorno. Tras ello, los familiares se dirigen a los campos santos donde arman mast’akus y proceden al rezo colectivo a cambio de los urpus sobrantes. La jornada es acompañada con música y abundante bebida.

Cultura del miedo y terror
El profesor Wilfredo Camacho aseguró que la fiesta celta de Halloween ensalza la cultura del miedo y terror. Señaló que la misma se propaga como “una fiesta mercantilista” que llega con mayor énfasis a los niños, adolescentes y jóvenes.
En contraposición, aseguró que Todos Santos en Bolivia representa la fiesta de “paz, amor y cariño por los difuntos”. En ella los familiares, comunidad y visitantes participan colectivamente en la elaboración y armado de “enormes” mast’akus alusivos a la vida y muerte de los seres queridos. Resaltó que ambas culturas tienen concepciones opuestas de muerte. Para la primera, es oscuridad y violencia y para la segunda un “grito a la vida”.
FUENTE BIBLIOGRAFICA
·        QUISPE Carlos, Tradiciones bolivianas, Ed. Quipus, Cochabamba, 2008, pp 105
               VIRTUAL